¿Qué ocurre cuando la distancia es cada vez más grande entre los dos, cuando las frases hieren como cuchillos y los
sentimientos se congelan en el aire? ¿Cómo puedo encontrar de nuevo el camino
hacia él?
Cada mañana reviso
la pantalla del móvil por si encontrara un: “que pases un buen día” y por la
noche vuelvo a intentarlo sin leer: “buenas noches, dulces sueños”. Y no es
necesitar su espacio, ni ser independiente. Es que estamos en el ojo de la tormenta. Cada uno nada en contra del otro y
la corriente, contra los dos. Siento que en este camino, nunca nos
encontraremos. Si no somos capaces de volver juntos a la orilla, nos perderemos
bajo las mareas.
Aunque insistas tú,
en cerrar los ojos y yo, en que volvamos
a encontrarnos. Aunque sentir tan distinto y sufrir tan igual, no nos lleve a
ninguna parte, solo puedo dejarte ser. Esperar que sientas el arrebato de sentarte a mi vera y sonreír(me). Ojalá que
los genes no tengan memoria, ni repitan patrones y comprendas que el pasado no
mueve montañas y recrearse en él te alejará de esa felicidad que te espera al
doblar la esquina. Evolucionar y revolucionar, crecer con la siguiente pisada,
la próxima decisión, equivocada o acertada. Asumir tu determinación en cada
pálpito que escuches. Cerrar páginas y lamerse las heridas para reencontrarse
con los que quieres, los que perviven en el alma, los que están hoy y
estarán dentro de 100 años, allá donde tu energía te lleve.
Y sueño contigo, sentadito a mi lado, con las carnes pintadas de éxitos y fracasos,
charlando de las cosas pequeñas, inconmensurables de esta vida. Que no te nublen
las presiones porque nadie es tan malo, ni es tan inocente y sé que nunca quisiste jugar este
partido, pero estás en el campo. Serás defensa o tendrás que atacar, pero nunca
echarás balones fuera, así que, no te queda otra salida que recorrer el césped
una y otra vez.
Quizá en este
recodo del camino asumas, por fin, que la vida no siempre es como hubieras soñado, que
pelear nunca es una derrota y que, probablemente encuentres en ese caminar, algo mucho más grande que ni siquiera imaginaste.
Quizá entonces, seamos capaces de sentarnos uno
frente al otro, con los ojos directos al corazón, sin rechazos, para entender que solo se pierde
cuando no se lucha.
Quizá, cuando
escampe la tormenta y salga de nuevo el sol, podamos charlar de cariños y
esperanzas.
O Quizá, continúe
guardándote el sitio, aunque nunca
aparezcas.
Todas las
decisiones, incluso la última, son exclusivamente
tuyas. Todos los riesgos que asumas,
junto con sus consecuencias, serán tu responsabilidad y al final, estará en tu
mano determinar si merece la pena desperdiciar el resto de tu vida o retomar la lucha allí
donde te rendiste el día anterior.
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