Un sueño
Era
mi primer baile de máscaras. Siempre había conquistado con mi mirada. Sin la
menor duda, mis ojos agua marina, nunca pasaron desapercibidos. Engatusar, como
siempre lo había hecho, era algo innato en mí, no me suponía ningún esfuerzo.
Esta vez se me presentaba un reto y me dejé llevar por mis otros sentidos.
Imbuida
en estos pensamientos, buscaba en una esquina de aquel gran salón victoriano
algún figura que valiera la pena explorar, cuando sentí una mano que,
sutilmente, acariciaba la parte mas baja de mi espalda y antes de que mi
instinto respondiera a tal osadía, sentí su aliento en mi cuello y su aroma, a
menta y albahaca, se deslizó por cada poro de mi piel. Así, en un segundo, el
atrevimiento se convirtió en erotismo y, sin tiempo ni ganas de darme la
vuelta, supe que sus ojos serían de un color azul violeta tan extraños como su
forma de seducirme.
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